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El pingüino que odia el frío

Pingüino de Magallanes

La mayor colonia continental de Pingüinos de Magallanes del mundo se reproduce en las playas de Chubut y, a diferencia de lo que se cree, no le gusta el frío.

La costa chubutense es de las más ricas en fauna marina y propone avistajes durante todo el año. Si no es época de ballenas, hay orcas; si no hay lobos marinos, hay pingüinos.

A estos últimos quiero visitar en Punta Tombo, una angosta península de tres kilómetros de largo por 600 metros de ancho que parece ser su lugar predilecto en el mundo para la reproducción, en Primavera-Verano.

Rumbo a Punta Tombo

Saliendo desde Puerto Madryn, dejando atrás la inolvidable Península de Valdés, son 125 kilómetros por Ruta Nacional 3. Hago dedo con mi Miri, mi compañera brasilera que todavía nunca vio un pingüino en su vida.

 

A mitad de camino atravesamos Trelew y nos dejan en el cruce con Ruta Provincial 75. 60 kilómetros faltan para llegar al área protegida que abarca, además, 31mil hectáreas.

Un tercio del camino restante está asfaltado. Después, se empalma la Ruta 1 y es todo ripio. Esa Ruta 1 es la ex Ruta 3, que va bastante más cerca de la costa y que llega a Rawson. Mucha gente de estancia la circula y pareciera que otros tantos deciden llegar a Punta Tombo a través de ella porque ofrece otros paisajes.

Nuestro cálculo es que la ruta principal, asfaltada, debería tener más tránsito y por ende nuestras fichas están puestas ahí. Sin embargo, pasan 24horas en las que sólo pasa un auto rojo que no se detiene. Nos vemos obligados a acampar y hasta parar un camión para pedirle un poco de agua.

Miri se levanta a las cinco de la mañana y me pide la cámara. Me levanto gruñendo hasta que veo la razón. El cielo se prende fuego. Amaneceres de ruta, amanecer de Punta Tombo.

Centro de Visitantes

Una “chata” vieja pasa al cabo de un tiempo y nos invita a subir a su caja. Es una familia que va a conocer la afamada pingüinera. A la llegada, un muy bien montado Centro de Visitantes nos recibe para introducirnos en lo que estamos a punto de ver en los senderos. Ésto no es únicamente pingüinos. El edificio dedica salas enteras al territorio, la flora y fauna toda, los pueblos originarios y un archivo completo.

La emoción de Miri me resulta llamativa. Me explica que ella no tiene la posibilidad de ver pingüinos en Brasil. De hecho, la visión brasilera de Argentina es prácticamente un cubo de hielo al cual venir a ver todos esos animales que se sienten más a gusto en bajas temperaturas. “Bueno, éste no sería el caso. Los pingüinos odian el frío”, dice a la pasada un guía con un grupo de turistas. “¿Les gustaría sumarse a nuestro recorrido?”.

Pingüino de Magallanes

“El pingüino de Magallanes…”  migra para Uruguay y Brasil durante el invierno, buscando temperaturas más cálidas y siguiendo los cardúmenes de los cuales se alimenta. Éstos pueden estar varios cientos de kilómetros adentro del océano y por eso no siempre se los avista, pero van.

A fines de agosto, los machos son los primeros en volver y ocupan los mismos nidos que el año anterior. Unos días después aparecen las primeras hembras y comienzan las disputas que dan inicio al ciclo reproductivo que finalizará en abril. En el cortejo, el macho abraza a la hembra y le da palmaditas con las aletas. Desde ese momento viven juntos y se dan calor.

Cada hembra puede poner dos huevos de 7x5cms y 125 gramos. ¡Si estos huevos tocaran el hielo morirían instantáneamente! Por eso, entre las piernas, tanto machos como hembras tienen un espacio tipo bolsa para incubarlos y abrigarlos por 40 días.

En los siguientes 100 días, los pichones comienzan a perder la pelusa que los recubre para crecer plumas que les dan un mejor aislamiento térmico e impermeabilidad. Pero por si fuera poco recubrimiento, en su cola, una glándula segrega un aceite que recogen con el pico y esparcen por todo su cuerpo.

Así, una vez que los pichones son autosuficientes, todo el mundo se «raja» para Brasil a tomar caipirinhas. Tanto es así, que sólo las especies de pingüinos más grandes, de mayor porte, toleran ir hacia el polo sur.

Senderos compartidos

Nos separamos del grupo. Nos quedamos disfrutando de las salas a nuestro ritmo. Sumando más y más información de este bicho descendiente del vuelo del albatros, pero cuyas aletas se transformaron en propulsión acuática para nadar como delfín; Y que estornuda para expulsar la salinidad marina del organismo. Con suficiente teoría, vamos a ver al archienemigo de batman en acción.

Los senderos están bien delimitados para que nadie se desvíe “inocentemente”. ¡Pero ellos son confianzudos! Caminan por delante, por detrás de nosotros. Acostumbrados quizás a ser observados, no nos sienten como una amenaza. Algunos hasta posan para la foto –que igualmente debe ser tomada a una distancia precavida-.

Pingüino en sendero
Pingüino en sendero

Desde uno de los miradores se ve cómo media docena va a meterse al agua con ese paso tambaleante. Entendiendo el cambio de turno, otros seis pegan un salto del agua a las salientes rocosas de una pequeña barranca, pero trastabillan y caen uno sobre el otro.

Los trajeados animalitos parecen sufrir las olas por momentos. Aunque son hábiles nadadores, cada tanto los voltea algún tubo de agua que aparece sorpresivamente en tierra firme. Los que están en la costa hacen lo posible por protegerse del viento entre algunos arbustos. ¡Claro que no les gusta el frío!

Argentina recibe a 950mil parejas de pingüinos de Magallanes, que se distribuyen en 63 colonias a lo largo de la costa atlántica. Pasan frío, sí, como nosotros acampando en la ruta. Pero anidan también, juntos, y sus pichones se desarrollan con los mismos amaneceres y riquezas de Punta Tombo. Será que aún entre tanto frío y distancia recorrida, alguna compensación encuentran…

Sobre el autor

Franco Barletta

La vida del viajero es tan increíble que para quien no la lleva es ficción. Pero en toda ficción hay biografía y son las experiencias las que nos demuestran que la realidad siempre, siempre la supera...
Las Rutas del Flaco.