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Que no quede en homenaje

Candelaria

En La Candelaria un espíritu indómito se visualiza bajo las sombras de sus árboles. La pionera en gestar el turismo rural, hoy cuece un presente bucólico y calmo detrás de las tradiciones que le dieron vida

Corría el año 1840, cuando la localidad de Lobos era la frontera con el agreste más allá de la provincia de Buenos Aires, Orestes Piñeiro, médico farmacéutico y José, su hermano, iniciaron la adquisición de una serie de lotes por la zona. Sin experiencia previa, apostaron a los ovinos y no les fue nada mal. Los logros fructíferos de la gestión invitaron a compras linderas y la atención total de Orestes. Ya se cuajaba algo del presente: las oficinas administrativas ya daban vida al casco de la estancia. Esta tomó el nombre de su esposa, Candelaria del Mármol, y se convirtió en referente de la zona a partir de la obsesión de sus propietarios para perfeccionar sus razas de ganado.
La pequeña hija adoptada Rebeca inicia el siglo pasado haciéndose líder del emprendimiento, a quien secundaría su esposo, Manuel Fraga. Formaron una dupla que permitió la continuidad del proyecto.
 De refinados gustos, profundo conocedor de estética urbanística y rural, diseña planes y confía a arquitectos de nota su desarrollo y construcción. Edificios, parques, lagos, jardines, florestas, surgen a su conjuro y actividad. Consagra toda su vida a consolidar el prestigio de “La Candelaria” y a difundir sus métodos y experiencias para el progreso de las cabañas del país.

La vista que ven tus ojos

El parque, de más de 100 hectáreas, contiene unas 240 especies de árboles y ha sido diseñado por el paisajista francés Carlos Thays, responsable, entre otros, del diseño de los bosques de Palermo, en Buenos Aires, y del Parque Nacional Iguazú, en Misiones. Ofrece enigmáticos senderos de bosque y permite experimentar las mismas sensaciones de quienes habitaron la estancia en el pasado.
Centenarias araucarias, palmeras, casuarinas, cedros, pinos, ombúes, enmarcan el espléndido Castillo Normando, las avenidas y calles de la estancia. Un enigmático bosque se esconde detrás del Castillo, surcado por mil senderos y bifurcaciones para terminar en el lago que divide el parque de la llanura.
5to Chukker Restó es la última novedad que brinda la estancia: un espacio gastronómico con temática polera y de campo argentino, donde con ingredientes de producción regional, se crean sorprendentes platos gourmet, como así también, se lucen los platos típicos.
La carta se renueva en cada cambio de estación siguiendo a la naturaleza… platos únicos como los exquisitos ravioles de pollo y molleja, bondiola braseada y pescados, sin olvidar las exquisitas opciones vegetarianas y aptas para celíacos.
Son famosos los asados, elaborados con carne de exportación de primera calidad, las empanadas y los postres caseros, junto con las delicias de la pastelería a la hora del té.
Antes de la cena le puede disfrutar de un trago o aperitivo en el Salón Dorado del Castillo o en el nuevo bar ¨La Caballeriza¨ ubicado en la zona Colonial.
Paseos a caballo y en sulky, charla histórica en el castillo, clases de empanadas argentinas, tour botánico observando la fauna y flora del lugar, fogón con guitarreada en La Pulpería o  clases de polo para todas las edades y niveles de juego. 
Hay un aire de antaño muy bien conservado, un espíritu de historia que va más allá de la arquitectura y unas ganas irrefrenables de no quedarse siendo sólo un homenaje, sino parte de un paisaje brumoso y soleado, con la calma de la mirada de las lechuzas.