Con un paisaje lunar y troglodita, esta antigua y pintoresca ciudad del sur Italia, atrae a los viajeros por sus peculiares construcciones en forma de cueva, parecido a lo que ocurre con Capadocia en Turquía
Pero mucho antes de convertirse en capital de la cultura europea, este poblado era considerado la niña pobre y sucia de Italia.
Las casas y construcciones estaban excavadas en rocas calizas conocidas como «Sassi» . Los lugareños habían creado viviendas polifuncionales donde casi todo sucedía en el mismo lugar: eran dormitorio, comedor, baño, resguardo para los animales, almacenes de grano y otros usos y bondades.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, sus descubridores quedaron horrorizados por las condiciones en las que vivía la gente. Fue así que el propio gobierno italiano obligó a la mayoría de la población a desalojar sus moradas para reubicarlos en zonas más salubres.
Cuando tomaron real dimensión del capital arquitectónico y cultural con el que se habían topado, empezó un período de conservación y restauración que fue posible gracias a la contribución de muchos capitales monetarios, pues además de las viviendas, se recuperaron las más de 160 iglesias rupestres que había en la villa. En 1993, todo ese conjunto fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Matera está ubicada a cinco horas en auto de Roma y a tres horas de Nápoles. El aeropuerto más cercano es Bari Palese, a sólo 60 km de distancia
Hospitalidad y descanso de lujo
Por su fisonomía, Matera es una ciudad para recorrer a pie, acompasado por el ritmo que imponen ese subibaja al caminar. Es para curiosos de lo arquitectónico pero también para aquellos que les gusta empaparse de la convivencia entre lo antiguo y lo moderno.
Dentro de toda la oferta de experiencias, para dormir muchos eligen hospedarse en los hoteles que desde el renacimiento de Matera, se han montado dentro de las propias cuevas.
Así surgen lugares como La Casa di Lucio, una de las primeras casas de huéspedes que transformó esas antiguas cuevas de Matera. Originalmente era la casa del fundador, Lucio. Y se convirtió en lo que llaman un «albergo diffuso», un modelo de hospitalidad hotelera desarrollado para zonas rurales o abandonadas de ciertos lugares de Europa, pero con toques de estilo y elegancia.
Entre estas rocas, las comodidades enlazan la modernidad y los detalles originales de la época. Ofrece todo lo necesario para una estadía auténtica y placentera, mimetizados con la historia que cobijan sus paredes. Cada habitación es una vivienda única, finamente amueblada, separada del corazón del hotel y de las sales comunes.
Conserva la arquitectura que caracteriza inequívocamente a estos lugares, envueltos en el encanto del pasado. Su entorno es familiar y, precisamente, evoca la atmósfera de la vida que alguna vez empapó a los Sassi .
