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La casa del dinosaurio

En San Patricio del Chañar, valle de manzanas y uvas, el hallazgo de un fósil durante la construcción de la Bodega Schroeder le añade a los viñedos y la gastronomía de excelencia un plus de emoción

En el valle de las manzanas y las uvas, el hallazgo de un fósil de dinosaurio durante la construcción de la Bodega Schroeder le añade a los viñedos y la gastronomía de excelencia un plus de emoción

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SAN PATRICIO DEL CHAÑAR.– Una larga callecita de tierra ideal para fotos en fuga es el preludio de la llegada a la Bodega Schroeder. A cada costado hay manzanos con ramas cansadas de cargar tanto peso. Hay tractores. Hay acequias agitadas. Y luego, comienzan los viñedos. Uvas Malbec, Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Merlot. Todas se sienten a gusto en esta tierra neuquina, en un valle que, a ojos vistas, es pura fertilidad.

Sólo hay que desandar 53 kilómetros desde la ciudad de Neuquén para vivir una experiencia distintiva respecto de las habituales visitas a bodegas. Vale, por ejemplo, como opción de almuerzo a la ida o el regreso de las rutas patagónicas. Porque resulta tan interesante, como sorprendente y gustoso, el rato que pasa uno allí.

 

Primero, es posible recorrer los cinco niveles productivos dentro del edificio de hormigón a la vista que se encaja en el paisaje de bardas sin grandilocuencias, como mimetizándose con el entorno. Aprovechando el desnivel natural, el camino de las uvas al mosto y de los cortes a los toneles de guarda se va haciendo en forma descendente gracias a la gravedad. Desde la pasarela, a 18 metros de altura en la nave central del edificio, es posible admirar la creativa idea.

Pero la mayor de las sorpresas está en la zona subterránea, como resguardando el hallazgo con toda naturalidad: es que allí está el dinosaurio hervíboro que los obreros, un día de la construcción de la bodega, encontraron al realizar los cimientos. Todo se detuvo a merced del estelar fósil de Titanosaurio de 75 millones de años: se modificaron los planos para respetar un espacio donde exhibirlo, las etiquetas de los vinos se rediseñaron con el nombre de Saurus y el restaurante, un piso más arriba, pasó también a honrarlo con su nombre propio.

Con la historia en los oídos, los sentidos terminan de deslumbrarse con la gastronomía del restaurante, afincada en la idea de fomentar los productos nativos a partir de un vínculo sólido con los productores del Chañar. Así, se lucen platos que cambian con la estación, pero siempre encantan al paladar: arrollado de cordero patagónico tiernizado en el horno de barro, trucha de la cordillera a la espuma de Chardonnay, paté de conejo a las finas hierbas con compota de tomates, tarta de manzana con nueces, y sopa helada de frambuesas frescas (traídas de aquí nomás).

La frescura es el principal ingrediente de la carta, con el valor agregado de los maridajes sugeridos para cada plato y cada postre, una atención sumamente dedicada, y una vista abierta sobre los viñedos, hasta donde se pierde el horizonte.

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www.familiaschroeder.com