Las Rutas del Flaco Mar del Plata

Una noche en La Felíz

Bajo por Ruta 11 haciendo el camino de la Costa y, sin querer, me encuentro en el medio de una de las ciudades más desarrolladas del país: MDQ.

Abro el maps y veo que no tengo alternativa. Agustín – que me levantó con su camioneta unos kilómetros antes – me mira, encoje los hombros y estira los labios hacia las comisuras, entendiendo mis pocas ganas de volver a una urbe tan grande. Él, como yo y tantos bichos de ciudad , busca algo más tranqui sin perder la comodidad para relajar.

Al bajarme en el centro de Mar del Plata noto su tatuaje recién hecho en el gemelo derecho: «¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?»

Casi ineludiblemente en los largos viajes ruteros se pasa por al menos uno de estos monstruos. Pero también están las ciudades que conservan un ritmo de pueblo y solamente coquetean con el gigantismo.

 

Para «volar más alto» hay que superar el nivel del mar, pero la ruta que me trajo desde Capital hasta acá sigue hacia Bahía Blanca por la costa. Para salir de la ciudad en la dirección deseada -Oeste- no tengo otra opción como mochilero que caminar varias decenas de cuadras por al avenida Pedro Luro.

Atestadas de gente, las peatonales se llenan con las mismas caras que el microcentro porteño de marzo a noviembre. Solo que, de diciembre a febrero, la corporización de aquellas es más completa con la revolución de las panzas que rompen los grilletes de los botones de las camisas y se bambolean libres.

La tarde que se va me obliga a hacer noche. Por suerte, tengo el as bajo la manga: Manga-zo al amigo. Otro Agustín hace el aguante. Techo, primero; y «la segunda» por los bares después. Aprovecho también para compartir una cerveza con una compañera de primaria que no veía desde entonces.

Todas las caras de las ciudades están en la calle. «Mardel» es comercio de día, cultura popular de noche. Nos alejamos de los grandes carteles de avenida que anuncian obras teatrales faranduleras y nos vamos a la parte más barrial, buscando «otra onda». Después de Avenida Independencia el show de luces destinado al manga turístico queda atrás y, cada seis cuadras más o menos, aparece una plaza.

Aunque el balance le da unos buenos porotos a la Ciudad, me falta naturaleza y quiero avanzar en el viaje. Preguntando por la escapada local clásica al gentío invasor del verano, la mayoría me contesta por las playas de Santa Clara y Mar de Cobo, al Norte. Además de tener una menor densidad, están menos contaminadas por los desechos cloacales marplatenses que, de verdad, son un problema grave: desde el centro, un radio de 40 kms está afectado.

No está en mi cabeza retroceder espantado. Surge entonces en mi camino otra posibilidad. La que también hace Feliz al marplatense. Por la Ruta 226 que me lleva a Tandil aparecen algunas lagunas y empiezan a mostrarse las sierras. Para allá rumbean muchos marplatenses en busca de alternativas…

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